sábado, 4 de junio de 2011

Baldur y el Real Murcia

Quería compartir con ustedes este relato periodístico-ficticio que escribí esta semana:

Eran las 18:15 horas del domingo 29 de mayo de 2011 y Baldur estaba en su habitación. Leía un interesante libro sobre catedrales escrito por Ken Follet. Se preguntaba a sí mismo porqué no había examinado con más atención la catedral de la ciudad. De hecho estaba muy cerca del piso de alquiler en el que vivía mientras estudiaba el tercer curso de Derecho en la Universidad de Murcia. Baldur era un estudiante islandés que gozaba en Murcia de una beca internacional.

Casi no se había dado cuenta y había pasado una hora desde que se tumbó en su cama a leer esa historia llena de amoríos, traiciones y guerra. Entonces decidió que era el momento de comer, situación que le recordó que cada mes que pasaba en Murcia retrasaba la hora en la que normalmente se disponía a cenar en su país. Cuando Baldur enfiló el camino hacia el frigorífico empezó a escuchar gritos lejanos, provenientes del patio de vecinos y del exterior del edificio.

Esas voces se apagaron poco a poco pero a los pocos minutos los cláxones de los coches le avisaban de que algo estaba pasando. Al principio sintió miedo porque pensó que quizá se trataba de una revuelta social incontrolada. Cuando asomó la cabeza por su balcón vio a gente con atuendos rojos acercándose a la fuente de la plaza que tenía enfrente. Conforme pasaban los segundos se concentraba más gente y había más tráfico. Transcurridos diez minutos las decenas de personas se convirtieron en centenares y a la media hora los centenares en miles.

Baldur no tenía la menor idea de qué estaba pasando. No vio a nadie de blanco ni azulgrana, por lo que descartó el fútbol. También pensó en las elecciones pero sabía que ya habían pasado porque un amigo de un amigo tuvo que trabajar en una mesa electoral y motivó que se cancelara una buena juerga en el piso de otro estudiante. Tras pensar en esa opción sonrió para sus adentros porque no veía a los españoles capaces de celebrar nada sobre política, y más después de presenciar algunas conversaciones de murcianos en los pasillos de la facultad.

El ruido era ensordecedor y pensó que lo mismo lo mejor era irse al cine porque parecía que iba para largo, como cuando el Real Madrid ganó la Copa o el Barcelona la Champions. Baldur creyó que lo mejor era irse al centro comercial y ver una película para mejorar su español. Cuando salió a la calle se fijó en una bandera, observó en ella un escudo triangular con siete coronas en su interior y una grande que lo adornaba en la parte superior. Encima del escudo aparecía escrito con nitidez REAL MURCIA.

Además del Bando de la Huerta, de los pasteles de carne, del esplendoroso sol, de la belleza de las murcianicas, Baldur ya tenía una historia más que contar a sus amigos cuando volviera a su querida Akureyri. Había un equipo de fútbol en Murcia que movía el corazón de miles de murcianos y no era ni el Real Madrid ni el Barcelona. Era el Real Murcia. Aquel día el chico islandés advirtió más alegría en las caras de aquellos murcianistas, con los que se cruzó camino del cine, que en la de todos los murcianos-madridistas y murcianos-barcelonistas que pasaron por La Redonda fechas atrás.


PD: Baldur a las 03:30 horas en la cama: "La madre que los parió que no paran".

1 comentario:

Estrella escondida dijo...

Está chulo, enhorabuena Quique