Guerra de ratas

· Luis María Valero (Alcorcón)

La Autovía de Extremadura pasa por Stalingrado. La DGT nunca traducirá los letreros señalizadores al ruso, pero eso no cambia nada, porque antes de cruzar Móstoles y Navalcarnero en dirección a Talavera, la Autovía de Extremadura pasa por Stalingrado.

La batalla de Stalingrado, que enfrentó a rusos y alemanes en la II Guerra Mundial, es el máximo exponente de la ‘rattenkrieg’, la guerra de ratas. Obligados a combatir en las ruinas de la ciudad, los alemanes no podían embolsar el frente enemigo, ni imponerse con su artillería pesada dentro de aquellos edificios en penumbra. Era más efectivo un simple machete, o unos buenos reflejos para el cuerpo a cuerpo.

Vasily Chuikov, al mando del ejército soviético en aquella carnicería, estaría hoy orgulloso de José Bordalás, teniente general de Segunda División, que ha llevado esa técnica con éxito a los campos de fútbol. Pero, ¿Qué es exactamente la guerra de ratas?

Foto: Miguel Ángel Ayala

· Se trata de un tipo de combate individual que no permite a los ejércitos o unidades mecanizadas desarrollar su movilidad, tácticas, o sus avances tecnológicos militares debido a la dificultad de acceso del terreno. 

· Se combate metro por metro, palmo por palmo.

· Son necesarias excelentes condiciones físicas y mentales de los soldados que desarrollan este tipo de combate. Son indispensables la habilidad y la agilidad para moverse en lugares de poco o mínimo espacio físico.

Si no puedo contigo en campo abierto, te llevo a mi madriguera. Eso hizo Bordalás: maniatarnos, meternos a todos en su madriguera. No solo a los jugadores, también a los 200 murcianistas que estuvimos en Santo Domingo y que nos sentimos como si hubiéramos pisado un cepo o nos hubiesen capturado con una red gigante. Juraría que en cuanto un aficionado grana desenvolvía el papel aluminio de su bocadillo, Bordalás daba una rápida orden y acudía como un rayo un jugador del Alcorcón a presionarle. Las continuas patadas, simulaciones, triquiñuelas, pérdidas de tiempo y protestas, acompañadas por una permisividad arbitral propia de un trencilla escocés de los años 70, llevaron a nuestros labios la palabra que seguramente pronunciaron resignados, en el equivalente de su idioma, los soldados alemanes: encerrona. Y mientras la pronunciabas te reías de tu ingenuidad, porque sabes que eso se puede hacer, que de hecho se hace, que así se gana en Segunda. Pero igualmente la pronunciabas para desahogarte.

El Murcia no dejó de patalear en la madriguera y siempre dio sensación de poder empatar, apoyado en un espectacular Molinero y en la insistencia de Kike. La única diferencia estuvo en el acierto a balón parado y en el medio punto más de intensidad que tuvo el Alcorcón. Se perdió, pero no fue un paso atrás.

Registró muy buena entrada Santo Domingo, prácticamente lleno gracias a esas entradas a 5 euros que supuestamente fidelizan a los aficionados. Me suele interesar bastante el aspecto social de los clubes, así que cuando vi a un par de hinchas locales despedir con insultos a los dos buses de murcianistas, les pregunté si eran socios hace cinco años, cuando jugaban contra el Majadahonda. Se quedaron en silencio, bajaron la mirada, y solo al final respondieron un “y a ti que te importa”. Me quedó la duda de si, a base de entradas a 5 euros, el día que el Alcorcón vuelva a sus derbis del extrarradio ellos estarán ahí.

Foto: Miguel Ángel Ayala

Iba a describir algo de la ciudad, de lo que vi caminando por Alcorcón, pero todavía me dura el trauma, y yo lo único que recuerdo es alambre de espino, torretas con vigilantes, uniformes grises y un ulular de sirenas. Creo que también una gran zona verde: el Parque de las Comunidades (¿soviéticas?), con bancos metálicos en los que a Machado le habría costado bastante más que en Soria inspirarse y cuadrar sus poemas. Para empezar, porque puede que Bordalás hubiese ordenado presión a tope para que no pudiera salir con el verso jugado desde atrás.