jueves, 9 de mayo de 2013

Miranda (Segunda Parte)

· Artículo de Luis María Valero 

Al final sí os veníais a Miranda con Juan Ramón y conmigo, ¿no? Entonces despliego el mapa sobre el capó y os explico el plan básico. Hoy viernes llegamos a primera hora de la noche a Madrid, damos una vuelta por allí y dormimos en casa de un amigo; mañana sábado nos despertamos sin demasiada ambición, desayunamos tranquilamente por Madrid, comprobamos lo tarde que se nos ha hecho para visitar cualquier museo, y al mediodía salimos hacia Miranda, donde tenemos una habitación reservada en el Hotel Tudanca. Tras investigar la noche mirandesa, los siguientes objetivos serán no caer al Ebro, que pasa junto al hotel, y quizás dormir. Ya el domingo culminamos nuestros vagabundeos por Miranda, vemos el partido y después regresamos a Murcia del tirón.

Como veis, es un viaje sosegado, de señores. Os prometo que mientras surcamos Castilla no faltarán coloquios sobre los pros y contras de los grupos III y IV de Segunda B; el mejor gol de libre directo que le recordamos al ‘Toro’ Aquino, o sobre canteranos que lo tenían todo para haber triunfado en el primer equipo y de los que nunca se supo, como Calata, Paco Illán o Pablo Box. Se os hará llevadero. Eso sí, tengo una mala noticia: en Madrid recogemos a los otros dos integrantes del viaje, Alfonso y Alberto, así que vais a ir un poco apretados en el asiento de atrás.

Ya que vais a compartir unas cuantas horas de viaje, os presento. Alfonso, el rubio de melena confusa, responde a un perfil peculiar, porque él es del Murcia sin gustarle el fútbol. Difícilmente encontrarás una Guía Marca en sus estanterías. Tampoco le verás repasando las bajas con las que llega el rival al domingo, o atento al horario de un Madrid-Barcelona. Esos comportamientos le parecen extraños. En cambio, sí ve absolutamente normal hacerse socio de su equipo cada temporada, serle fiel, aunque su trabajo en la capital le impida acudir a Nueva Condomina más que un par de veces al año.

Alberto es de esos baluartes de la pandilla que en el corrillo del recreo, ya en Maristas La Merced, observaba muy intrigado nuestras tertulias murcianistas, mientras daba sus primeras caladas a un cigarrillo. Por entonces todavía utilizaba la segunda persona del plural para referirse al Murcia (“¿Cómo quedasteis ayer en Onteniente?”) pero poco a poco eso cambió. El ‘nosotros’ fue ganando terreno con sus primeras visitas a La Condomina, el año de Pepe Mel, y para cuando vivió en el Calderón el inolvidable 0-3, la conversión ya no tenía vuelta atrás. Alberto pasó a ser uno de los nuestros, y dejó la segunda persona del plural solamente para el “¿tenéis fuego?”.

Pero basta de pizarra y fichas técnicas: pasamos a la acción. Son las 10 de la noche del viernes. Hemos llegado a Madrid sin contratiempos, y los cuatro caminamos ya por Chamberí en dirección al Mesón del Pobre. Sé que puede sonar raro, pero la ilusión es enorme. ¿Cómo será Miranda de Ebro? ¿Serán amables los nativos? ¿Y el estadio, se parecerá al del Yeclano? ¿Animarán mucho? ¿Habrá más murcianistas además de nosotros? ¿Venderán alcohol en la cantina?

Mientras cenamos en la barra, la conversación estrella gira en torno a las múltiples maneras de las que imaginamos que el Murcia puede perder el domingo. El 1-0 a balón parado es la teoría más popular, sobre todo tratándose del norte, aunque tampoco descartamos un rotundo 3-0 que siembre las primeras dudas sobre Onésimo. Y no se trata de una charla derrotista, amargada. Al revés. Reímos mientras proclamamos nuestro pesimismo, y sospecho que en eso hay algo de sabiduría.

Nos recorremos España partiendo de la base de que lo más seguro es que perdamos, como la mayoría de veces. No esperamos mucho, y eso nos predispone a disfrutar de todo cuanto se nos ofrece, del más mínimo detalle. De todas formas, también soñamos a lo grande, porque Juan Ramón fantasea con un 1-1 que nos permitiría celebrar un gol en Anduva y daría un respiro al equipo antes de afrontar dos partidos seguidos en casa. Sí, hay unanimidad: ese resultado sería maravilloso.

No comentamos una posible victoria. Todavía no. Vamos a dejar que transcurran las horas, vamos a aceptar los chupitos del Mesón del Pobre, y ya dependiendo del rumbo que tome la noche en Madrid, es posible que nos acabemos entregando al delirio y a la quimera. Posible, pero no probable. De hecho, creo que hay mucha belleza en el hecho de que un murcianista embriagado, eufórico, en plena jarana, siga fiel a su pronóstico de derrota cruel por 1-0.

La noche en Madrid me deja un sabor agridulce, porque ésta ha sido mi ciudad hasta hace dos meses, y es ahora, recorriendo sus calles como turista, cuando empiezo a comprender todo lo que la echo de menos. Sabor dulce, porque ahora sé que Madrid y yo nos hemos hecho amigos para siempre, después de alguna discusión en el pasado. Sabor agrio, porque soy consciente de que aquí abrí un par de caminos (uno, uno) que no cerré a mis espaldas. Así que me armo de valor e invoco al espectro que dejé en el limbo cuando salí, para que me ayude a cerrar definitivamente ese camino, o a alargarlo todavía más. Pero ese fantasma no está disponible. La noche es más agria que dulce, sinceramente. Estoy casi seguro de que el domingo perderemos por goleada.

Alfonso acude entonces al rescate, y remata su maravilloso itinerario nocturno por Madrid con unos burritos de última hora, en un tugurio imposible. Luego, ya de retirada, certificamos que hay un miembro de la expedición que tiene suerte de que en nuestro camino de vuelta al piso no se interponga ningún Ebro.

Suena la alarma de un móvil en algún lugar del piso, y ya es sábado. Hoy ya veremos cigüeñas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Enhorabuena.
Tu forma de escribir engancha.
Que grande es el Real Murcia.